Pero, ¿para que engañarse? Desearía un tiempo perenne con la libertad de hacer mil planes, ir a cualquier concierto que se presentase y pasarme los días durmiendo en la montaña. Y bueno claro, trabajar un poco pero de lo que más me gustase en el mundo.
Pero por ahora, la claridad de los días hacen que no quieras parar. Un guitarreo de fondo y la sonrisa pegada crean locuras nunca imaginadas, y lo mejor es que no sé la hora que es, ni el día, ni donde estoy porque eso es un sucio invento que daña cerebros. Donde en ellos se guardaran pasadas y futuras noches de verano. Noches en la orilla de la playa bebiendo sin mañana a la luz de la luna o noches quitándonos los pies porque los tacones estaban demasiado cansados de tanto bailar.
Que a mi me da igual lo que digan, verano aun tenemos para rato y nadie nos lo sacará. Y que en el frío de la realidad ya se encontrará otro entretenimiento entre tanto suicidio. Pero la harmonia siempre presente en uno mismo, bueno, supongo.
